Charco


Él viene y se va, 
él me entrega algo y luego se aleja.
Yo sigo estando verde, lo oigo en la radio.
A veces me siento mal, tengo náuseas,
pienso en mi muerte,
no le cuento a nadie mis dolencias,
recuerdo a gente que no habita.

Él está triste y por eso se va
aunque tenga poco sentido para mí
que creo que huye de la alegría.
Luego entiendo el pulso entre deseo y necesidad
y le hago una ofrenda para que pueda estar bien.

Tenemos heridas y por eso nos encontramos
Él, ellos, ellas, yo.
Hay tantas cosas que duelen y se sienten más en el sonido del encierro.
La normalidad es una obscena pandemia
me lo grita un estallido de realidad que no conforma.
Dentro de mí perdura tanto amor en movimiento
aunque naturalmente a veces se empañe,
a mí también los colores se me destiñen a gris.
Por eso a mi angustia le trenzo el pelo yo, 
no le corresponde a nadie más,
la reclamo como mía para poder atravesarla,
aniquilar su espectro oscuro con este saber, 
no cederle mi fuego vital.

Yo me pongo escarcha,
me pinto la cara, me beso
y cuando bailo, canto, 
sutil y profundamente lucho por mí.
Él viene de vez en cuando y luego se aleja 
dejando un vacío en el que lo extraño mucho
un charco que me moja las calcetas y los pies
de una hondura bajita que ya no se torna en abismo ni abandono.



Domingo 31 de mayo

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