Solitud 111


La soledad es esta pantalla que me alumbra la cara
a falta de una mirada en donde reconocerme.
Es el encuentro de la nada y el vacío
cuando mis afectos buscan ubicarse 
en los mapas que no cargan.
Es el cigarro que me consume -y no yo a él- 
para quemar el tiempo, las ansias y los tejidos.

Huele a hueco, a pozo oscuro, a caverna profunda, 
se ve en mis ojos rojos y desorbitados.
Suena a todos los mensajes que escribo y no me animo a enviar,
en las palabras atoradas 
en el desagüe tapado que me rebalsa
en la pandemia testaruda no entiende desapegos.
Es tu nombre que no paro de pronunciar, 
esas cinco letras con las que amanezco.
Se siente como estas ganas de colgarme de algo que me sostenga.  

Es esta mala noche, este día cabrón
en el que respiro en arritmia resignada y sobrevivencia
mientras algo de hoy se acaba en definitiva.
Es el cumpleaños que no quiero tener y que me aterra que llegue,
mi edad de sol, la fiesta sorpresa que no fue cierta, las reservaciones ignoradas,
los planes cancelados, los mensajes no contestados, 
las llamadas perdidas en ese mundo
a donde fueron a parar algunos de mis objetos favoritos.

Sos vos, a quien le quiero mostrar mis juguetes y cicatrices:
aquí me dolió y ahí luego me sanó.
Soy yo misma, que la llevo impregnada adentro
tatuada en un brazo, acechada por tal impronta.
Mi solitud es esta casa habitada
llena de plantas que florecen lo mismo que se marchitan.



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