Entrelazadas



Formamos un lazo
una trenza de dedos alternados
un zíper que se va cerrando
dos manos que conectan otras anatomías 
menos visibles, claras
mudra de promesa.
En otra cara de la dimensión alguien piensa en el apego:
si será un nudo que amarra o cercanía que teje.
Hay dos manos tomadas entre sí
dos inconscientes tirados en las almohadas.

Lo veo dormir, 
su cuello en el que me haría una casita pequeña para vivir
me da una sensación de pradera amaneciendo
y sus ojos cerrados son mis deseos de apostar al infinito.
No sé qué hago ahí, aunque es mi casa.
Quiero decir, no sé qué estoy haciendo en tal momento
si contemplo un lago o soy el agua
que se sacude la imposición de la forma y se mueve, no más.

Despierta, se abre el ojo de agua
y sucede esa conexión casi necesaria de extremidades,
agarre de quien teme quedarse perdido en la oscuridad o la multitud,
que a fin de cuentas están hechas de lo mismo.
Como una promesa que me hago a mí misma
surge la secuencia de relieve montañoso
alternando sus caras a lados opuestos
como raíces expuestas y volteadas 
tiradas sobre la tierra, 
manglares excepcionales, nidos tejidos,
profundas ganas de unión.

 
17 de abril del 2020.




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